La salud de los peces
Cuando un pez está enfermo, suele pre-sentar síntomas visibles externos que un acuariófilo observador puede detectar rápidamente por una forma de nadar o un comportamiento anómalos. La rapidez con la que intervengamos determinará el éxito del tratamiento y la supervivencia de los animales afectados. En realidad, es la prevención, más que los intensos cuidados a posteriori, la que nos puede garantizar unos peces sanos.
Más vale prevenir que curar
Antes de llegar a nuestro acuario, muchos peces han sufrido graves traumatismos relacionados con su captura: empleo de anestésicos, permanencia prolongada en bolsas de plástico, transporte, etc. Las agresiones se continúan en el mayorista: adaptación a una nueva calidad del agua, a una alimentación industrial y a un ambiente a menudo artificial. Cuando llegan a nuestro acuario, los peces vuelven a cambiar de medio: la temperatura, el pH, la dureza del agua, la densidad en el caso de un acuario marino, la exposición más o menos prolongada a la luz… todos ellos son factores que difieren de los que el pez ha conocido hasta entonces. Por eso debemos estar atentos a la menor se-rial que nos envíen los peces. La decoración del acuario juega también un papel muy importante. Algunas especies aceptan fácilmente una decoración artificial, mientras que otras, más frágiles, necesitan un decorado que reproduzca lo más fiel-mente posible su biotopo natural: con o sin plantas, con un sustrato oscuro o claro, unas aguas estancadas o, por el contrario, fuertemente agitadas. La elección de los prime-ros alimentos es fundamental para evitar un motivo añadido de estrés. Los peces herbívoros, con un tubo digestivo muy largo, deben encontrar algas verdes en el acuario en los días posteriores a su llegada, mientras que las especies carnívoras y omnívoras, de tubo digestivo más corto, necesitan una alimentación a base de presas vivas. Una mala nutrición hace bajar las defensas de los pe-ces y, en muchos casos, propicia la aparición de enfermedades. La última medida preventiva se refiere al en-tomo social. Algunas especies manifiestan un comportamiento social muy marcado, como los Barbus o los Danio, que conviene respetar. Del mismo modo, conviene no mezclar en un mismo acuario nadadores activos con otros peces, más sedentarios y tranquilos, a menudo territoriales, como es el caso de muchos dados que necesitan de oquedades y escondites para sentirse seguros. Con frecuencia son los peces que rio disponen de suficiente territorio, o los que son continua-mente perseguidos por individuos más grandes, los que caen enfermos. Se sienten atemorizados y estresados, con lo cual dejan de comer y acaban muriendo. Otra forma de evitar las enfermedades es manteniendo el equilibrio biológico del acuario. Dado que se trata de un medio con-finado, los intercambios entre los organismos y su medio guardan una relación más estrecha que en la naturaleza. El acuariófilo debe hacer todo lo posible por favorecer este equilibrio vital.
Para concluir, diremos que la prevención de las enfermedades pasa por respetar el modo de vida de los inquilinos del acuario –lo que significa conocerlos bien-, por una buena alimentación y el mantenimiento de su hábitat en excelentes condiciones de salubridad.
¿Qué hacemos en vacaciones?
Antes de salir divo casos excepcionales, no hay que cortar el suministro eléctrico. La calefacción, el filtro y la aireación deben seguir funcionando como de costumbre. En caso de producirse un fortuito corte de electricidad de corta duración no hay que preocuparse. Si se produjese una avería más seria, siempre podemos recurrir a un amigo que se pase regularmente por nuestra casa para comprobar el buen funcionamiento del material y que, en caso de ser necesario, alimente a nuestros peces. En previsión, lo mejor es dejar anotadas las instrucciones y preparar las raciones diarias. Si no podemos recurrir a nadie, es conveniente saber que existen distribuidores automáticos programables que cada día expenden la cantidad de alimento (artificial, en forma de palillos alimenticios) depositada antes de nuestra marcha. En el peor de los casos, se calcula que en un acuario con un buen equilibrio, dotado de plantas y razonablemente poblado, los peces pueden sobrevivir durante dos a cuatro semanas. Por lo general, las plantas soportan la falta de luz durante una semana aproximadamente; pasado este tiempo, adquieren un color amarillo y empiezan a marchitarse. La iluminación puede programarse con un pequeño reloj eléctrico colocado entre la res y las lámparas del acuario.
Al volver
Si nuestro amigo ha hecho bien su trabajo, no habrá ningún problema. Sin embargo, si los peces no han podido recibir su alimento, lo mejor es empezar a proporcionarles pequeñas dosis, inferiores a sus dosis normales, aumentándolas gradualmente a lo largo de ocho a diez días hasta alcanzar la cantidad habitual. Comprobar que no hay peces muertos y observar la vegetación. Considerar la posibilidad de cambiar las masas filtrantes.